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Editorial

Unas cuentas alejadas de la realidad

Ibiza |

El presidente del Gobierno y su vicepresidente segundo, Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, respectivamente, presentaron ayer el proyecto de Ley de Presupuestos Generales del Estado para el próximo año y escenificaron, de este modo, el acuerdo del PSOE y Unidas Podemos en este texto que necesita, todavía, de más apoyos parlamentarios para garantizar su trámite y aprobación. Junto con el incremento de la presión fiscal en el impuesto de sociedades de las grandes corporaciones, del patrimonio con más de 10 millones de euros y de las renta por encima de los 300.000 euros, ambos socios defienden una inversión récord para 2021 en España de 239.765 millones de euros.

Demasiado voluntarismo.
Los aumentos de la fiscalidad anunciada afectará, en total, a poco más de 36.000 contribuyentes. Las cifras casan poco con las expectativas realidad de la economía española. No resulta justificable que el incremento del IVA al 21 % de las bebidas azucaradas, como medida de tributación verde, pueda soportar –por ejemplo– el incremento de salario de los trabajadores públicos. Las arcas públicas necesitan racionalizar el gasto, incluso contenerlo, para evitar la quiebra total del Estado puesto que, conviene advertirlo, no figuran en estos presupuestos propuestas que fomenten la economía, el único camino para garantizar el equilibro fiscal. El camino del gobierno socialcomunista es el contrario al de numerosos gobiernos europeos, incluso de su misma corriente política, que ya aplican importantes rebajas tributarias para favorecer a empresas y consumidores.

Un largo trámite parlamentario.
Sánchez e Iglesias presentaron ayer el punto de partida de unos presupuestos que serán objeto de un importante debate parlamentario entre el resto de grupos que apoya al Gobierno. Las minorías nacionalistas de Catalunya y el País Vasco es probable que quieran introducir una orientación más racional a los números del Estado y barrar para casa, como siempre han hecho. El país necesita pragmatismo y unidad, no es el momento de la dialéctica grandilocuente ni de posicionamientos ideológicos caducos.

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