El que casi 4.000 empresas de Baleares hayan desaparecido como consecuencia de la crisis originada por la pandemia, según el estudio realizado por la Fundación Impulsa, pone de relieve la profundidad de la destrucción en el tejido empresarial que está provocando la paralización de la actividad económica. La inquietud y desazón que viven tanto empresarios como trabajadores de los sectores más afectados son sensaciones más que justificadas, todavía se mantienen las incertidumbres respecto al futuro. El impacto negativo es transversal, el agotamiento afecta tanto a grandes como pequeños y la reclamación de soluciones inmediatas no deja de crecer.
Sin experiencia previa.
Baleares no había vivido hasta ahora una situación similar. Una caída tan acusada y veloz de la economía es inédita en las Islas, el precedente más próximo se remonta a la Guerra Civil. Además, el enorme peso del turismo internacional ha actuado siempre como elemento moderador ante la adversidad económica, una ciscunstancia que ahora no ha existido. Nuestra comunidad es la que ha registrado el descenso más acusado de su Producto Interior Bruto, por encima del 20 por ciento. El escenario no puede ser más negativo.
Acción inmediata.
Resulta sorprendente las dificultades que tiene el Gobierno para asimilar las especiales circunstancias por la que está atravesando la economía balear, demorando de manera incomprensible anuncios esenciales para la planificación de los próximos meses para las empresas que sobreviven. Resolver la crisis sanitaria, por medio de una campaña eficaz de vacunación, debería ser la prioridad para cualquier responsable de la gestión institucional. Es paradójico, pero Baleares está a la cola de las vacunaciones y las restricciones se tienen que levantar con mucha cautela para evitar un nuevo descontrol en los contagios. Hay que acompañar las soluciones a las necesidades.