Aunque tendrá pocos efectos prácticos, el Tribunal Supremo eliminó ayer el toque de queda que iba a estar en vigor ayer y hoy al considerar que la prórroga decretada por el Govern era desproporcionada al considerar inapropiado restringir derechos fundamentales como recluir al ciudadano en su casa durante unas horas por «prudencia». Asimismo, levantó la limitación en las reuniones sociales que el Govern había anunciado iba a mantener en el decreto que aprobará hoy. El Supremo desautoriza, pues, la estrategia restrictiva del Govern y, al mismo tiempo, el respaldo del Tribunal Superior de Justicia de Baleares (TSJB) a las medidas. Además de las anteriores, otra de las consecuencias del fallo es que ha empujado al Govern a modificar sus planes en el decreto de hoy, ya que amplía el horario de la restauración hasta la medianoche desde hoy mismo en lugar del domingo, así como el número de comensales tanto en interior (6) como en exterior (10).
Derechos fundamentales y salud.
El Supremo considera, en esencia, que deben prevalecer los derechos fundamentales sobre otras cuestiones. El gran reto es, a partir de ahora, hacer compatible la recuperación de los derechos y libertades con la tendencia positiva de control de los contagios.
Aprender de los errores.
La rigidez con la que el Govern ha gestionado la desescalada contrasta con el lamento a que se abriera el mercado británico en pleno repunte de casos por la expansión de la cepa india, el motivo esgrimido por las autoridades de las islas para posponer los viajes al exterior de sus ciudadanos. La vacunación está generado unos indudables efectos positivos, si bien la inmunidad no es plena, lo que obliga a la prudencia. Mantener a la baja la tasa de contagios debe ser el objetivo principal tanto de las instituciones como de los propios ciudadanos. El control sobre el virus es la única opción posible para garantizar la temporada. La tendencia, por el momento, es positiva en todos los órdenes pero sería un grave error bajar la guardia en las actuales circunstancias. Recuperar la ansiada normalidad requiere también de grandes dosis de sensatez.