Las elecciones de hoy en Alemania pondrán punto final a los 16 años de canciller de Angela Merkel, cuya figura ya es indiscutible dentro y fuera de su país. La marcha de Merkel abre numerosas incertidumbres sobre el nuevo rumbo que tomará la política alemana, con un previsible empate técnico entre los candidatos de la CDU y el SPD que deberán resolver las alianzas postelectorales, y también, de manera muy especial, en el seno de la Unión Europea. Durante su prolongado mandato, Merkel ha dado pruebas de un inequívoco espíritu europeísta que ha permitido mantener la unidad y cohesión de la Unión Europea; todo un logro si se repasan las sucesivas crisis a las que se ha tenido que hacer frente.
El valor de la estabilidad.
Durante cuatro legislaturas consecutivas, Alemania ha logrado dejar atrás las disputas partidistas para mantener su liderazgo económico en toda Europa. La consideración de locomotora europea no es sólo una referencia metafórica, la pujanza alemana empuja con un protagonismo acrecentado por la salida de Gran Bretaña de la UE. Otro tanto podría decirse en el plano político, muchas de las crisis políticas –la migratoria es una de las más importantes– de los últimos años se han resuelto a partir de la última palabra de Merkel; asumiendo incluso su coste electoral adverso. La manera de afrontar la estrategia contra la COVID le valió el apoyo unánime de todos los partidos del Bundestag, algo insólito en otros países.
Nuevo escenario.
Sin Angela Merkel en la Cancillería se abre un nuevo escenario, y no sólo en Alemania, también en la Unión Europea. Sus sucesivos mandatos no provocan indiferencia. Todas las críticas van acompañadas por el respeto a una mandataria con unos modos de ejercer el poder que no abundan lamentablemente. El de hoy no es un domingo cualquiera, no sólo para los alemanes; también para el resto de europeos.