El parón del fútbol balear debe servir para reflexionar y recapacitar. La violencia en el mundo del deporte, en general, y del balompié, en particular, ha provocado una medida tan drástica como necesaria. A Miquel Bestard, presidente de la Federació de Futbol de les Illes Balears, no le tembló el pulso a la hora de tomar una decisión que está provocando imágenes inéditas durante este fin de semana. Más de 720 partidos de las diferentes categorías han quedado suspendidos y los estadios, habitualmente llenos de vida y pasiones, permanecen cerrados y en silencio. La unidad del fútbol isleño contra la violencia y en apoyo al colectivo arbitral, que en las últimas jornadas ha sufrido esta lacra en sus propias carnes, ha sido total y sin excepciones.
Un problema social.
La medida ha afectado en esta ocasión al fútbol, pero no es un problema que atañe única y exclusivamente a este ámbito. El propio presidente de la Federació instó a las autoridades competentes a implicarse más para erradicar esta lacra. El organismo federativo puede sancionar a un jugador por conducta violenta e imponer la máxima sanción posible. Pero cuando los incidentes proceden de la grada también se debe actuar con mano dura para que esos sucesos tan graves no queden impunes. Bestard ya ha solicitado una reunión de la Comissió Antiviolència y ha pedido cita en el inminente encuentro con los alcaldes de la Isla para consensuar medidas y plantear acciones conjuntas.
Un trabajo de todos.
El propio presidente de la FFIB apunta que el nivel de crispación se ha disparado a raíz de la pandemia y desde entonces los episodios se han multiplicado. Los clubes tienen su cuota de responsabilidad, pero es un trabajo de todos. Todos deben implicarse en erradicar el problema. Falta mucho camino por recorrer, pero el parón de este fin de semana debe servir para reflexionar. Algo estamos haciendo mal para que un chaval de 21 años salga de casa para pitar un partido y regrese con el tímpano destrozado y el alma rota.