El rey Felipe VI transformó su mensaje de Navidad en una cerrada, contundente y apasionada defensa de los valores y la vigencia de la Constitución de 1978 al afirmar que «fuera del respeto a la Constitución no hay democracia ni convivencia posibles; no hay libertades sino imposición; no hay ley, sino arbitrariedad». Subrayó el jefe del Estado que «gracias a la Constitución conseguimos superar la división, que ha sido la causa de muchos errores en nuestra historia». Felipe VI trabó estas dos ideas al reivindicar y apelar a la unidad porque «evitar que nunca el germen de la discordia se instale entre nosotros es un deber moral que tenemos todos». Su discurso ha sido aplaudido por PSOE, PP y Vox, que han manifestado su coincidencia con varios aspectos; mientras que los socios de investidura de Pedro Sánchez –Sumar, Junts, Podemos, ERC, BNG, PNV y EH Bildu– lo han criticado con dureza y se han desmarcado de las propuestas del Rey.
Articular pactos y alcanzar acuerdos
Estas dispares reacciones evidencian la enorme dificultad para articular pactos y alcanzar acuerdos en la cada vez más crispada política española. Felipe VI admitió que «todo ciudadano tiene derecho a pensar, a expresarse y defender sus ideas con libertad y respeto a los demás, pero la democracia también requiere unos consensos básicos y amplios sobre los principios que hemos compartido y que nos unen».
Los riesgos de la polarización
El pluralismo y la lógica discrepancia ideológica no pueden normalizar la permanente actitud de desacreditar al contrario al ser imprescindible una estabilidad institucional para garantizar el Estado de derechos y libertades, y el buen funcionamiento y la eficacia de los servicios públicos. El mensaje de Navidad del Rey ha de ser entendido como una llamada para evitar que la polarización acabe deteriorando la convivencia. La Constitución diseña el marco en el que caben todos los que sepan practicar la tolerancia, el respeto y el diálogo para evitar el germen de la discordia y el enfrentamiento estéril.