Probablemente, todos los años de la historia de la humanidad hayan empezado con algún punto del planeta en guerra, pero este 2024 los enfrentamientos bélicos están tan cerca y tan enquistados que casi podría decirse que Occidente está en llamas. En unas semanas, la contienda de Ucrania cumplirá su segundo aniversario y empezará su tercer año sin visos de resolución. A pesar de las sanciones y el vacío internacional con que las democracias del mundo han castigado a Rusia, su presidente, Vladímir Putin, no parece sentir ni un rasguño. Aunque el bloqueo haya tenido repercusiones en sus proyectos bélicos, a nivel económico el país sigue su curso sin grandes debilidades. Y se prevé que arrase en las urnas. Otra cuestión es Ucrania, que mantiene a cientos de miles de refugiados desperdigados por todo el globo sin perspectivas de retorno. La anunciada contraofensiva del verano pasado no ha tenido los efectos esperados y el frente está prácticamente detenido en unos cientos de metros, mientras la sangría humana no se suaviza.
Israel contra Hamás
Los israelíes recordarán para siempre el 7 de octubre como uno de los días más negros de su historia. Lo impensable ocurrió y la reacción no ha podido ser más rotunda: la guerra contra Hamás está a punto de cumplir tres meses y todo parece indicar que se prolongará durante más tiempo. El precio es altísimo en vidas, en destrucción y en un veloz deterioro de su prestigio internacional. Pero la negociación no parece una opción válida cuando al otro lado de la mesa se sienta una organización terrorista.
Muchos otros
Hay, claro, otros frentes abiertos en diversas regiones del planeta. Desde Yemen y Siria hasta Sudán, Somalia o Burkina Faso, millones de seres humanos viven su día a día en clave de tragedia. La ONU, creada tras la II Guerra Mundial para evitar que estas masacres se repitieran, ha mostrado una falta total de operatividad a pesar de todos los intentos.