En una economía internacional globalizada, era solo cuestión de tiempo que la crisis en el mar Rojo y el estrecho de Ormuz, donde los rebeldes hutíes atacan embarcaciones vinculadas con intereses israelíes y de otras naciones, se dejara sentir en Balears, tal y como está empezando a ocurrir. Los problemas de abastecimiento por el tapón en una de las rutas comerciales por excelencia solo acaban de empezar, y si los ataques de los milicianos de Yemen continúan la situación se puede volver muy complicada, ya que el Canal de Suez es la puerta de entrada diaria al Mediterráneo de miles de toneladas de distintos materiales y productos. Las perturbaciones en la cadena de suministros pueden acabar encareciendo los precios y, como suele ocurrir siempre, las crisis la acaba pagando el ciudadano de a pie de Balears. Lo vimos ya con la invasión rusa de Ucrania, y la posterior subida de la cesta de la compra y del combustible, y ahora la guerra en Gaza, de la que derivan los ataques hutíes en el mar Rojo, vuelve a poner a prueba la maltrecha economía mundial.
Inquietante escalada.
En la madrugada del viernes, la coalición que encabezan Estados Unidos y Reino Unido golpeó una serie de objetivos rebeldes en Yemen, lo que supone una inquietante escalada en el conflicto en Oriente Medio. Cualquier chispa puede desembocar en un choque directo entre El Líbano (y sobre todo su poderosa guerrilla, Hizbulá) e Israel, o -lo que es peor- en la entrada de Irán en el conflicto.
El desastre de Gaza.
En cualquier caso, el origen de todo este caos geopolítico es la destrucción de Gaza ordenada por el primer ministro israelí Netanyahu, que está tensando la situación de tal forma que un estallido regional es ya algo más que una posibilidad. Es necesario que se respeten los Derechos Humanos en la franja palestina, donde han sido masacrados más de 25.000 personas en los últimos meses, muchos de ellos niños, mujeres y ancianos inocentes.