El necesario progreso técnico y el modelo de vida occidental hace preciso contar con unas fuentes energéticas suficientes para responder a las necesidades de la población. En esa tesitura se encuentran las Balears y es obligación de los responsables de la gestión pública conseguir no sólo que la demanda presente sea suficientemente abastecida, sino también prever lo que sucederá en el futuro.
Al hilo de todo esto, el Govern ha dado a conocer el plan energético de las Islas en el marco de la conferencia internacional «La nueva situación energética de las regiones insulares», en el que destaca la voluntad de eliminar la actual dependencia de las fuentes externas por lo que respecta al gas natural y la interconexión Mallorca-Menorca-Eivissa mediante cables submarinos para la energía eléctrica. Aunque se descarta el cable desde Valencia a Mallorca y se habla de minicentrales concentradas para la producción de energía eléctrica en la Isla.
Es evidente que era preciso afrontar de una vez por todas las carencias de nuestro sistema energético que, sin lugar a dudas, se irían agravando con el paso del tiempo y con el consiguiente aumento de la demanda. Aunque tal vez debió pensarse en llevar a cabo algo tan necesario mucho antes.
El enorme coste de este plan requerirá, como no puede ser de otra manera, la participación de instituciones públicas como el Govern balear y tal vez, si se accede a ello, de la misma Unión Europea. No en balde se trata de un asunto de evidente interés público. Y otro punto muy a tener en cuenta es el del impacto ambiental que pueden causar las instalaciones necesarias para ejecutar este plan, lo que debe ser determinante no sólo para fijar el lugar preciso, sino también para construirlo con el necesario respeto al medio.