La guerra va mal. Ni siquiera el contemporizador Bill Clinton y su entusiasta acólito Tony Blair, serían capaces ahora, nueve semanas después del comienzo de las hostilidades, de decir lo contrario. Se abre camino entre las conciencias normal - pensantes de la idea del historiador Pierre Hassner, en el sentido de que «la intervención es un paso en falso, aunque en la buena dirección». Existe, obviamente, un estancamiento en el progreso militar del conflito, por más que las fuerzas de la OTAN "léase Estados Unidos" pretendan convencernos de lo contrario. El Pentágono, en clara oposición a los postulados de la Casa Blanca, no se recata en su principio de que hay que ir a por todas, o dejarlo. Una guerra a medias, sienta las indeseables bases de un argumento que en USA conocen desde los tiempos de Vietnam, y es que es una guerra que nunca se gana. Clinton en los primeros compases del conflicto, aseguró al pueblo norteamericano que jamás enviaría tropas terrestres a combatir a los yugoslavos. Se acerca el momento en el que el presidente de los Estados Unidos va a tener que retractarse, o bien enfrentarse a la mayoritaria opinión de sus expertos militares. Tal y como están las cosas "continuos bombardeos de desgaste, errores incluidos" la guerra es imposible de ganar. No cabe la menor duda sobre la apabullante superioridad militar de la OTAN "vuélvase a leer Estados Unidos" pero sí sobre la concreción de unos objetivos que decanten los resultados de las operaciones. Milosevic no da su brazo a torcer y la idea de que sólo una invasión por tierra garantizaría la victoria y evitaría mayores ridículos toma cuerpo de forma arrolladora. Una guerra mal pensada y mal ejecutada camina de mala manera hacia su inevitable desenlace. Y ésta es la peor conclusión que se desprende de un conflicto en el que todos habremos perdido.
Editorial
Todo va mal