Las Illes Balears acaban de comenzar una nueva era. Así al menos lo expresó ayer en su discurso de investidura el socialista Francesc Antich, que hizo un discurso ilusionante, con dosis de utopía, «tan necesarias para que los países avancen», haciendo especial hincapié en los principios que inspirarán su línea de gobierno y, sobre todo, las formas con las que va actuar.
A lo largo de su exposición se sucedieron las promesas. Antich prometió escuchar todas las voces, prometió una nueva relación entre Administración-administrados y prometió regenerar la actividad pública. El hombre que hoy será investido presidente se comprometió a que su Gobierno sea un ejemplo de honradez y eficacia y a ser el primer vigilante en la detección de indicios de corrupción, irregularidades, abuso de poder y prepotencia, que serán rechazados con firmeza.
El discurso fue fiel reflejo del carácter plural de la mayoría que dará respaldo al nuevo Govern. Fue un discurso en el que se vieron con claridad mensajes de la izquierda y del nacionalismo. Antich quiso contestar a los que han criticado el pacto de legislatura por la excesiva heterogeneidad de sus integrantes y por el riesgo de enfrentamientos entre socios tan dispares como UM y EU. Para el nuevo presidente no será un inconveniente, sino su principal valor, matizando que será un gobierno ideológicamente plural pero unitario en la acción.
Es imposible entrar en los contenidos de su discurso programático, pero hay que destacar el protagonismo que tendrán los consells en esta nueva etapa al asumir nuevas competencias.
Antich ha puesto el listón muy alto. La suya es una apuesta decidida y valiente, y de la que tendrá que responder. No será facil. Después de los discursos llenos de utopía, viene la cruda realidad de gobernar cada día, de tomar decisiones y resolver los problemas reales. Ojalá que a lo largo del camino no vayan quedando demasiados jirones de tan hermosa declaración de principios.