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Editorial

La paz, quebrada

Los largos catorce meses de tregua etarra nos habían hecho, si no olvidar, sí dejar en suspenso la certeza de que la banda terrorista es una máquina preparada para matar que se estaba tomando un respiro. Quizá las expectativas políticas levantadas tras el alto el fuego no hayan sido suficientes para estos bandidos y ése sea realmente el motivo de su ruptura de la tregua más larga. Si el lunes nos enterábamos de que los terroristas habían puesto de nuevo en marcha el siniestro engranaje del chantaje económico para su financiación, enviando cartas amenazantes a varios empresarios vascos, ayer saltaba a la palestra la tremenda noticia de la preparación de un atentado en Madrid para estos días de Navidad.

Sabíamos que un día u otro ETA volvería a teñir de sangre "o a intentarlo" la sociedad española, pero la noticia siempre es un mazazo.
Afortunadamente, esta vez no ha ocurrido nada. La suerte y las Fuerzas de Seguridad, que han sabido actuar con rapidez y eficacia, han logrado que, por el momento, la masacre navideña se evitara. Pero el aviso ya está dado y nadie puede estar tranquilo. Los comandos se han puesto a trabajar y la detonación de la muerte es sólo cuestión de tiempo.

Qué ridículos resultan en estos momentos los discursos políticos que hablan de promesas electorales, de independencia, de enfrentamientos entre unos partidos y otros por nimiedades, cuando la vida y la tranquilidad de un país están en juego. Los etarras preparaban el mayor atentado de su historia ayer en Madrid y a partir de ahora nadie sabe lo que puede ourrir. Los dirigentes políticos, más que nunca, deberían dejar de lado sus diferencias para poner de manifiesto una unidad inquebrantable en torno a la paz. Cualquier esfuerzo en ese sentido es, hoy por hoy, precioso y necesario.

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