La crisis en el seno del PSOE tras los malos resultados obtenidos el pasado domingo en las elecciones generales ha provocado ya la dimisión de algunas ejecutivas regionales. En el seno del partido socialista se escucha con insistencia la palabra renovación y Josep Borrell, desde Chile, aún ha ido más lejos y habla de una refundación de la izquierda y afirma que el ciclo del 'felipismo' ha terminado.
Si algo parece quedar claro hasta para los propios socialistas es que debe emprenderse un profundo cambio en el partido para poder hacer frente con garantías a futuros procesos electorales y, como acción inmediata, llevar a cabo una labor de oposición a la mayoría absoluta del PP en el Parlamento. Por ello, algunos dirigentes han apuntado que el futuro secretario general que salga del Congreso del próximo verano debe ser diputado.
Tal vez, una de las cuestiones que ha quedado absolutamente clara es que los mensajes instando al miedo a la derecha, o relacionando los 40 años de la dictadura con el actual conservadurismo, ya no tienen ningún calado en una sociedad que ha cambiado mucho desde 1975.
Algunos analistas afirman que el cambio en el seno del PSOE debió emprenderse tras la derrota electoral de 1996, pero no fue así. Se habla también de la posibilidad de celebrar unas primarias para designar al futuro secretario general, que debería ser, además, candidato a la presidencia del Gobierno para evitar la absurda bicefalia de la época Borrell-Almunia.
El proceso, tras la dimisión de Joaquín Almunia y de la Ejecutiva Federal, está abierto, pero es absolutamente importante para el mismo funcionamiento democrático del país que el PSOE se reconvierta y se refuerce para hacer posible la alternancia en el poder.