En Alemania han dimitido los ministros de Agricultura y de Sanidad por la crisis de las «vacas locas» y, según van las cosas, podrían no ser los únicos que lo hagan en Europa. Parece que a todos les ha costado admitir que el riesgo existe, y es muy grave y, quizá por no causar demasiados perjuicios al sector ganadero, no se han tomado las decisiones correctas a su debido tiempo. Ahora, por fortuna, la carrera contra la enfermedad se está acelerando, aunque, al menos en España, con tal confusionismo que el consumidor ya no sabe a qué atenerse.
La guinda de este pastel de la incertidumbre la puso el martes la ministra de Sanidad, Celia Villalobos, que recomendó alegremente a las amas de casa que no elaboren sus caldos con huesos de vaca y que elijan los de cerdo. La receta, lanzada a los medios de comunicación con total ingenuidad, ha puesto en pie de guerra a los productores de vacuno. No sin razón, pues los expertos de la Unión Europea no consideran los huesos de vaca como material peligroso para la salud humana.
Pero aunque resulte comprensible el enfado de los ganaderos "que ven peligrar su modo de subsistencia", también sería natural que las amas de casa, con prudencia, prefirieran elegir otras carnes a la hora de hacer la compra. Al fin y al cabo, lo último que quiere el consumidor es jugarse la vida y a él poco le interesan las razones de uno y de otro para recomendar o no el consumo de carne de vaca.
Quizá habría que analizar el origen de todo el problema, que no es otro que la decisión de todo un sector de ahorrarse costos de producción alimentando a los animales con piensos perniciosos, con el beneplácito de las autoridades sanitarias. Si el resultado es el desastre, lo justo será que recaiga sobre los responsables del mal.