Setecientos años de historia, cultura e idioma en común es una razón suficiente para mantener estrechas y cordiales relaciones entre dos comunidades autónomas como son Catalunya y Balears, lejanas en algunos aspectos y muy próximas en otros. En manos de los dirigentes de ambas está el mantenimiento y el fortalecimiento de estas relaciones de amistad. Y parece que, a la vista de la cumbre celebrada ayer entre Jordi Pujol y Francesc Antich, el entendimiento se ha profundizado desde que gobierna el Pacte de Progrés.
Es una buena noticia y también lo es que ambos líderes muestren idéntica preocupación por la exigua política autonómica que lleva a cabo el PP desde que cuenta con una holgada mayoría absoluta. Sin embargo, aunque se dan numerosos puntos de coincidencia en el análisis de la realidad política, económica, social y cultural entre Pujol y Antich, no podemos pasar por alto la enorme distancia que nos separa de los catalanes en ciertos asuntos. Porque Pujol ha sabido rentabilizar su apoyo a los sucesivos gobiernos socialistas y conservadores, cuando carecían de votos suficientes para llevar a buen puerto sus propuestas. Y gracias a esta ayuda en momentos clave, Catalunya ha salido fortalecida y hoy, aunque no sólo por eso, es una de las comunidades más avanzadas del país. Sin votos que ofrecer a Madrid, Balears ha tenido que añadir a los problemas de una comunidad pequeña el hándicap de la insularidad, que ha repercutido gravemente en nuestra economía.
Somos dos realidades distintas, pero en las cuestiones que nos son comunes "una misma lengua, una misma cultura, una misma demanda de mayor autogobierno" hay que intensificar estas relaciones, desde el respeto a nuestra propia identidad, y rechazando posturas extremistas de uno u otro sentido, que han enrarecido los contactos entre Catalunya y Balears. Los tiempos están cambiando, se han olvidado absurdas polémicas lingüísticas y se abre un nuevo horizonte para profundizar en todo lo que nos une.