Sorprende la última noticia surgida del Ministerio de Defensa anunciando la contratación de guardas jurados para vigilar los cuarteles. El ministro Federico Trillo asegura que es una medida moderna que permitirá a los soldados dedicarse a las labores que realmente les correponden como profesionales de la defensa, dejando en manos de otros especialistas las tareas que hasta ahora realizaban los soldados de reemplazo, desde la jardinería hasta la limpieza, pasando por la conducción de coches oficiales o las guardias. No hay que olvidar que hace unos años se crearon en los acuartelamientos unidades de seguridad, integradas por soldados, que tenían como única misión realizar guardias para, de este modo, poder dedicar el resto de la tropa a la instrucción militar.
Desde luego será un avance para la dignidad de los soldados el verse liberados de aquella función de «criadas gratuitas» que venían desarrollando en los cuarteles, pues limpiar letrinas no otorga méritos militares a nadie. Además, los cuarteles se convertirán así en generadores de puestos de trabajo, que tampoco viene mal.
La decisión de contratar a civiles para vigilar los cuarteles denota un problema de fondo: la escasez de soldados, de voluntarios que quieran unirse a la carrera de las armas. El quid de esta cuestión está en los salarios que ofrece el Ejército, que lo convierten en un destino profesional poco atractivo para los jóvenes españoles. Y de ahí también las otras sorprendentes ideas de Trillo para llenar los cupos necesarios para planificar la defensa de nuestras fronteras, como el fichaje de extranjeros.
Es de agradecer que el ministro dé a conocer sus ideas de forma pública y abierta, dejando atrás aquel secretismo que siempre fue la norma del Ejército. Y también el alarde de imaginación puesto en marcha para solucionar los problemas. Algunas ideas pueden incluso escandalizar a algunos pero los nuevos tiempos obligan a soluciones imaginativas, más racionales y más en la línea de la profesionalización de los ejércitos.