La reacción del presidente Francesc Antich tras las críticas que tanto el presidente del Gobierno, José María Aznar, y el ministro de Medio Ambiente, Jaume Matas, lanzaron el sábado en Menorca contra el Pacte de Progrés no se ha hecho esperar. Antich ha asegurado que las únicas cosas paralizadas en Balears son las que dependen de Madrid, refiriéndose, principalmente, al convenio de carreteras, al plan hidrológico y al régimen especial. En el actual contencioso, que enfrenta a los dos gobiernos desde el mismo momento en que se formalizó el Pacte, que desalojó al PP de las instituciones insulares, es difícil delimitar las responsabilidades de unos y otros.
La opinión pública no sabe a qué color político debe atribuir las múltiples deficiencias que sufre esta Comunitat Autònoma. Lo que sí sabe y realmente le importa es que por una guerra partidista se está viviendo en Balears una sensación de estancamiento que impide poner en marcha proyectos muy necesarios. Obviamente, esta parálisis responde a un desigual diagnóstico de la realidad por parte de nacionalistas-progresistas y por parte de liberal-conservadores. Y en caso de que coincidan en la existencia de un problema, nunca se pondrán de acuerdo en las medidas a adoptar. En el fondo, detrás del cruce de acusaciones se esconde, en muchos casos, una alarmante ausencia de ideas.
Estamos en el ecuador de la legislatura y la situación denunciada repetidamente desde estas columnas sigue sin solucionarse y nada parece indicar que mejore en los próximos meses. Todo lo contrario. A medida que nos acerquemos a la convocatoria electoral de 2003 el enfrentamiento entre el Pacte y PP se hará aún más ostensible y cualquier colaboración que pueda ser utilizada por el contrincante político como un éxito propio no se producirá. Habrá, pues, que hacerse a la idea. Vendrán tiempos peores. Simplemente cabrá preguntarse cuánto tiempo más podrá soportar Balears este impasse , cuyas consecuencias pagaremos en el futuro.