Dos días después del ataque terrorista contra EE UU, los norteamericanos comenzaban ayer a recuperar una cierta normalidad en sus vidas cotidianas, si es que de normalidad puede hablarse después de tamaña tragedia. Las investigaciones sobre los autores de los hechos y de sus cómplices comenzaron a dar sus frutos y se produjeron las primeras detenciones. Desde el primer instante todo apuntaba al terrorismo integrista musulmán y, a cada momento, esto parece confirmarse con mayor certeza.
Aunque, por ahora, sólo se presume la cobertura a los terroristas prestada por el régimen talibán de Afganistán, todo apunta a que podrían producirse acciones militares de castigo contra aquel Estado. Éste es el mapa en el que hay que inscribir las actuaciones de Israel contra los palestinos, cada vez más contundentes. Sharon ha llegado a inculpar a Yaser Arafat como si fuera tan o más responsable de la masacre como el que parece ser el cerebro del macabro atentado del martes, Bin Laden.
Debería ser éste uno de los principales motivos de preocupación, el hecho de que se quiera criminalizar a todo el mundo islámico y, especialmente a los palestinos, por lo sucedido en EE UU. Y, por otra parte, debe ser también motivo de preocupación la proporcionalidad de las posibles acciones militares que emprendan los Estados Unidos, que cuentan, hasta ahora, con un respaldo muy amplio.
Evidentemente, todo ello hace que el resto del mundo y la opinión pública estén en vilo y a la espera de lo que vaya a suceder. Una respuesta de EE UU demasiado contundente, con la muerte de civiles en Afganistán o cualquier otro estado presuntamente implicado, sería una tragedia de imprevisibles consecuencias.