Que el mercado inmobiliario en Balears se ha desbocado en los últimos años es una realidad de la que pocos pueden escapar. Todo el que hoy por hoy pretende hacerse con un hogar "sea modesto, rural, de lujo o como segunda residencia" está obligado a comprometerse casi de por vida con un préstamo bancario que le llevará a pagar intereses millonarios durante décadas. Ésa es la alternativa que elige la mayoría, en un país como el nuestro en el que escoger el alquiler es menos habitual. Pero hay que reconocer que existe un sector de la población al que le conviene esta otra forma de tener acceso a la vivienda. Y entre esas personas se encuentran, fundamentalmente, gentes de paso y jóvenes que se independizan del núcleo familiar.
Sin embargo, el problema al que se enfrentan no es menos angustioso que el de los compradores: los alquileres han subido de forma escandalosa en los últimos tiempos, a la par que lo hacían los precios de venta. Para ellos el Govern propone una inyección de inversiones que garanticen la posibilidad de acceder a una vivienda con precios asequibles.
La idea es excelente, pero no debe caerse en la demagogia. Ayudar a los jóvenes es siempre positivo, pero quizá lo urgente sea asegurar que éstos gocen de idénticas condiciones económicas en su ámbito laboral que el resto de los mortales. Y tampoco cabe «llenar» la Isla de casas sociales de nueva construcción, cuando el problema es la saturación urbanística. Quizá habría que estudiar soluciones imaginativas, como subvencionar a propietarios de inmuebles vacíos para que a través de la Administración pongan esas viviendas en alquiler. Tal vez así los cascos antiguos de muchas ciudades recobrarían la vida que han ido perdiendo progresivamente.