El presidente del Gobierno, José María Aznar, sigue una peculiar estrategia de distracción y demora para no designar a su sucesor de cara a las elecciones de 2004. Los analistas políticos coinciden en afirmar que estas maniobras dilatorias no hacen sino proporcionar oxígeno "y votos, probablemente" a su principal oponente, el PSOE, que ha sabido colocar en buen lugar en la parrilla de salida electoral a su aspirante, José Luis Rodríguez Zapatero.
Algo parecido, salvando las distancias, se está produciendo en Balears. El PP está dando demasiadas facilidades a sus adversarios políticos: no hay todavía candidato oficial a las próximas elecciones, la maquinaria del partido "congreso aparte" está prácticamente parada, el hasta ahora portavoz popular en el Parlament dimite y deja la política antes de que acabe la legislatura y, por si no fuera suficiente, viene a las Islas un vicepresidente del Gobierno central, Rodrigo Rato, y hace unas desafortunadísimas declaraciones que indignan a la opinión pública. Al ministro de Economía no se le ocurrió nada mejor para ayudar a sus compañeros de las Islas que soltar que Balears no necesita nuevas ayudas por la insularidad. Textualmente dijo que Balaers no registra ninguna necesidad financiera que deba ser suplida mediante el desarrollo de la Ley de Régimen Especial. Todo un mazazo para una sociedad que considera imprescindible que se busquen nuevas fórmulas para paliar los problemas derivados de la insularidad.
Tras un primer intento de justificar las palabras de Rato, el PP balear exige ahora, antes de que sea demasiado tarde, una aclaración del vicepresidente. Se juegan aquí demasiado para que venga un ministro, con una lamentable falta de visión política y desconociendo el sentir de la ciudadanía, y les ponga contra las cuerdas y a merced del Pacte. El PP balear ha reaccionado bien. Rato tiene, de nuevo, la palabra.