Síguenos F Y T I T R
Editorial

Irak: tres meses de plazo

Está claro que el presidente de Estados Unidos tiene una espina clavada en el corazón con el líder iraquí, Sadam Husein, al que su padre no logró derrotar a pesar de su aplastante hegemonía militar, económica y política. Ahora, cuando se ha cumplido largamente el año desde que otro musulmán, Osama Bin Laden, le escupiera en la cara con los atentados de Nueva York y Washington, George Bush se ve obligado a presentar ante el mundo y ante sus compatriotas una victoria. Y eso pasa por capturar a uno de los más destacados representates de eso que él llama «el eje de mal».

Son muchos los que creen que, caído el muro de Berlín y desaparecido el comunismo como enemigo a combatir, la maniqueísta concepción del mundo que tienen los norteamericanos necesitaba crear un nuevo enemigo. Ahora lo tienen, desde luego, y se llama Bin Laden. Pero el terrorista saudí ha resultado más vivo de lo que esperaban y se está demorando más de lo previsto su captura. De ahí que el Ejército más poderoso de la tierra y su presidente al frente vuelvan los ojos a Irak, una nación hambrienta y manipulada por un líder que no dudará un instante en mandar a la muerte a miles de sus ya torturados conciudadanos.

Pese a las tensiones de los últimos días, la guerra contra Sadam no será inmediata. De hecho, según los planes del Pentágono, hasta marzo no se habrá conseguido trasladar a la región del Golfo todo el material técnico y humano necesario para la contienda, que promete ser de dimensiones históricas, si llega a producirse. Quizá por eso la ONU le haya dado de plazo hasta el 21 de febrero a Irak para demostrar que cumple sus resoluciones. Porque de no ser así, al concluir el plazo, la maquinaria de guerra sí estará preparada.

Lo más visto