A unque haya que tomar la noticia con todas las precauciones, el anuncio del nacimiento del primer ser humano clonado ha provocado reacciones inmediatas y no es para menos. En primer lugar, existen serias dudas en la comunidad científica de que esto sea posible, puesto que existen aún hoy, según aseguran, grandes dificultades para que la empresa pueda llevarse a término.
Por otro lado, y en el supuesto de que se confirmara el nacimiento de este primer clon humano, que según la secta de los raelianos, responsable del alumbramiento, sería una niña, hay que plantearse muy seriamente cuáles pueden ser las consecuencias no deseadas de una acción de esta índole. Los investigadores saben muy bien que, hasta el momento, los animales clonados presentan problemas de salud relevantes y, en algunos casos, extremadamente graves.
Pero éstas serían cuestiones que afectarían al aspecto científico y técnico. Y no debemos olvidar que reviste una gran importancia el debate ético y, por supuesto, el establecimiento de un marco jurídico que no permita que se cometan abusos ni que nos veamos abocados a una auténtica pesadilla.
Una vez más, si efectivamente ha visto la luz este primer clon, la realidad se habría adelantado a la necesaria regulación legal. Esto es especialmente grave cuando se trata de un alumbramiento anunciado, aunque sin fecha determinada. Todo el mundo sabía hace ya algún tiempo que esto podía suceder y debía haberse previsto si debía permitirse y cómo actuar en el futuro. Por el momento, el estupor es la reacción más habitual en la opinión pública. Eso al margen de una cierta incredulidad. Y es que, en el fondo, es como si nos despertaran viejos fantasmas de las peores películas de ciencia ficción.