La quinta visita del papa Juan Pablo II a España, cuyo acto central fue la ceremonia de ayer, en la que fueron canonizados cinco nuevos santos españoles en la madrileña plaza de Colón, ha estado llena de claros mensajes. El Santo Padre ha aludido reiteradamente a la paz, algo altamente significativo cuando acabamos de salir del conflicto iraquí, en el que el Ejecutivo español se alineó del lado de quienes defendían la acción militar. Así como planteaba la necesaria unidad de Europa, atacaba con rotundidad los nacionalismos radicales, algo que en nuestro país entendemos a la perfección puesto que hemos visto cómo nuestro Gobierno contribuía a abrir una brecha en el seno de la UE, por un lado, y , por el otro, hemos padecido durante décadas la sinrazón de quienes amparándose en ideologías radicales han coaccionado, amenazado y asesinado a víctimas inocentes por el simple hecho de que no comulgaban con sus planteamientos.
Por otra parte, desde la Administración Bush siempre se defendió la actuación en Irak en el marco de la lucha contra el terrorismo, un terrorismo contra el que siempre se ha manifestado Juan Pablo II y así se lo reconocía el rey Juan Carlos en el discurso de bienvenida en el aeropuerto de Barajas. El Papa no sólo ha condenado siempre los atentados que hemos sufrido en España, sino que además siempre se ha manifestado solidario con quienes los han sufrido.
Pero tampoco se puede pasar por alto el mensaje dirigido a los jóvenes, en el que les pidió no olvidar las raíces cristianas de España y su papel evangelizador, palabras revestidas también de una notable importancia dada la creciente tendencia a la secularización de la sociedad española. Ha sido ésta una visita de hondo calado con un Papa que, pese a los años, mantiene una clara visión de cuál es la situación de los lugares que visita y tiene, además, una clara idea de cuál debe ser el camino para un futuro en paz.