Los viejos problemas que arrastra la educación en las Pitiüses han vuelto a salir a la palestra esta semana. El extenso informe que han elaborado las asociaciones de padres sobre la situación educativa, a la que califican de crítica, con un profesorado insuficiente, unas aulas masificadas y graves problemas de seguridad en los colegios, es una muestra tan real y contundente del panorama educativo que irremediablemente debe conllevar una profunda reflexión por parte de todos los organismos implicados.
¿Es esta la educación que queremos para nuestros hijos? Evidentemente, no. En Eivissa y Formentera tenemos uno de los índices más altos del Estado de fracaso escolar, con un profesorado inestable, que cambia curso a curso, lo que dificulta la relación alumno-maestro y en consecuencia el aprendizaje. Cierto es que la propia estructura de la economía pitiusa, tan dependiente del turismo, favorece el que los jóvenes abandonen pronto los estudios debido a la facilidad que tienen para encontrar un trabajo y ganar un dinero al que pocos jóvenes de la península pueden aspirar. A todo ello, hay que sumar el problema de la insularidad y la escasa oferta de estudios superiores en la isla. Para muchas familias enviar a estudiar fuera a un hijo es un lujo que no se pueden permitir.
Es en esta cadena de situaciones, tan reales como difícilmente solucionables, donde se encuentra anclada la educación pitiusa. Por este mismo motivo, el esfuerzo que se debe realizar desde la administración debe ser más concienzudo que en otros lugares. No basta con construir colegios e institutos si estos no vienen acompañados de todas las necesidades que requiere el sistema educativo. Por último, el hecho que la educación en España esté atravesando por un momento de inestabilidad con constantes cambios legislativos perjudica sobre todo a los sistemas educativos más débiles, como el pitiuso.