El más reciente informe de la Encuesta de Población Activa, referente al primer trimestre del año, ya avanzaba algunas ligeras sombras sobre el panorama económico nacional. Sombras que, como todo en economía, habrían de disiparse o consolidarse a tenor de otros datos.
Pues ahora vienen a unirse a ese foco de preocupación otros datos que, aunque no son alarmantes todavía, sí pueden servirnos de llamada de atención. El paro del mes de abril, que no fue negativo, sí evidencia cierta ralentización en el ritmo de creación de empleo, especialmente significativo si tenemos en cuenta que durante ese período tuvo lugar la Semana Santa, con la ristra de contrataciones temporales en el sector turístico que conlleva.
Ahora es el precio del petróleo lo que preocupa. Ayer cotizaba a 37 dólares el barril y suele considerarse negativa cualquier subida por encima de treinta dólares, pues en este contexto afecta ya al crecimiento económico mundial. ¿Por qué? Pues porque nuestro sistema productivo es altamente dependiente del petróleo y una subida en los combustibles incrementa los costes de producción de casi cualquier cosa, lo que a su vez provoca una subida de precios de los productos y, a la postre, una inflación galopante.
La alternativa, que sería apostar por energías renovables y un decidido empuje al ahorro energético en empresas y familias, parece ahora mismo más una utopía que una realidad plausible.
Para colmo, el Reino Unido ha subido sus tipos de interés y los expertos auguran una subida este mismo año en Estados Unidos y otra en Europa para 2005, lo que supondrá un golpe para las familias españolas, tremendamente hipotecadas. ¿La solución? Ahorrar más, algo casi tan utópico como lo anterior.