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Editorial

Una parte del problema

En una reciente reunión, el Consejo extraordinario de Ministros de Asuntos Exteriores, de Sanidad y de Cooperación al Desarrollo de la Unión Europea acordó crear una así denominada fuerza civil humanitaria capaz de actuar de forma inmediata y eficaz ante las catástrofes, como la que ahora ha devastado el sureste asiático. Se persigue con ello una más ágil actuación y una mejor coordinación de los medios militares de las distintas naciones que suelen apoyar la intervención humanitaria de la ONU en estos casos. Al efecto, se pretende desarrollar unas estructuras modernas que conviertan los actuales medios de protección civil en una fuerza altamente especializada y, en principio, más eficiente. Parece inicialmente un buen proyecto, pero hay que advertir que atiende tan sólo a una parte del problema, más que al conjunto de éste. Desgraciadamente, el tipo de desastres como el ya citado acostumbran a producirse en áreas de población ya suficientemente castigadas por aconteceres políticos y sociales muy específicos. Dicho de otra manera, la tragedia natural es siempre mayor en países pobres, democráticamente deficitarios y socialmente atrasados, en los que el alcance del desastre adquiere proporciones exageradas. Y son precisamente esos factores sobre los que hay que incidir. Bien está que se cree una fuerza que intervenga rápidamente cuando la catástrofe se ha producido, pero hay formas de impedir que ésta revista caracteres de maldición bíblica. Es tremendo, por ejemplo, que cuando el mismísimo secretario general de la ONU visita una zona desolada de Sri Lanka, asista prácticamente en directo, como así ha ocurrido, a un tiroteo entre miembros de la guerrilla tamil y fuerzas gubernamentales. Mejores políticas, mayor asistencia internacional y un apoyo económico y comercial adecuado son tan importantes, o más, que esa fuerza civil humanitaria de futura creación.

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