El consumo de drogas en España atraviesa su peor momento desde los años ochenta. Lo dice, con la lógica preocupación, el director general de la Fundación de Ayuda contra la Drogadicción y lo más grave es que achaca este drama a los valores de hedonismo, individualismo y banalización del riesgo que imperan en la sociedad actual. Es una llamada de atención en toda regla que debemos tener en cuenta a todos los niveles, porque las palabras de Ignacio Calderón nos hablan a todos, pues todos somos responsables de la educación de los hijos y del diseño de una sociedad que, aunque goza de niveles de bienestar nunca conocidos en la historia, demuestra a la vez un grado de insatisfacción insostenible que en ocasiones conduce a una carrera enloquecida hacia ninguna parte.
El consumo de drogas -se ha duplicado el cannabis y cuadruplicado la cocaína, además del tabaco y el alcohol- se percibe desde muchos ámbitos, especialmente entre los adolescentes y los jóvenes, como un plus, como algo que mejora tus posibilidades de relacionarte y de divertirte y se asocian casi siempre al tiempo de ocio. Ahí es donde tenemos que incidir, en la idea de inculcar a nuestro hijos que la diversión está en uno mismo, en la alegría propia, en la amistad, en compartir cosas que nos gustan... sin necesidad de aditivos que pueden llegar a causarnos daños gravísimos por sí solos, por no hablar del riesgo añadido, por ejemplo, en accidentes de tráfico.
Se detecta una dejadez intolerable respecto a un asunto que debería estar entre nuestras máximas prioridades, porque el modelo de sociedad que estamos creando ahora tal vez contribuya a generalizar la sensación de que todo vale, de que lo importante es únicamente el placer, aquí y ahora, sin calibrar las consecuencias.