Las promesas de introducir cambios en Francia y de practicar una política que parta de la vida de la gente no tendría ningún valor extraordinario si quien lo pronunciara fuera un líder político como Chirac o Zapatero. Estas ideas forman parte de programas electorales que se intentan cumplir y que en numerosas ocasiones se quedan por el camino.
Lo extraordinario de esta afirmación llega de la mano de Ségolène Royal, primera mujer candidata socialista a las elecciones presidenciales francesas que tendrán lugar en 2007 y, según dicen, firme candidata a ocupar la presidencia de la República.
Royal ha conquistado a los socialistas acercándose a la gente, practicando un populismo en el que, incluso, ha prometido tener en cuenta su voluntad y luchar contra las desigualdades, algo que ha calado en unos franceses deseosos de introducir cambios y de ser dirigidos por una mujer liberal al frente del Partido Socialista.
Sea como sea, la candidata podría barrer en las presidenciales, abriendo cada vez más el círculo de unas presidencias que durante años de historia han estado en manos de los hombres. Royal ha conseguido superar un gran obstáculo, aunque habrá que esperar para comprobar si le puede beneficiar o perjudicar el hecho de ser mujer para colocarse al frente de una poderosa república, como lo es la francesa.
El poder de la mujer política en Europa está en auge. No hay más que recordar a Àngela Merkel, en Alemania; Tarja Halonen, en Finlandia, o Mary Acaleese, en Irlanda. Royal no sólo podría incrementar la lista, sino ser un punto de referencia en la política exterior como máxima responsable de un país con un cada vez mayor poder en Europa.