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Editorial

Una teoría de la conspiración que está fuera de lugar

El presidente del Govern balear, Jaume Matas, no estuvo acertado cuando comparó, en la cena de Navidad del PP balear, la 'operación Voramar' con el 11-M porque, según afirmó, «se quiere alterar el resultado de las urnas». Es ésta una afirmación que, cuando menos, está fuera de lugar. Nada tiene que ver un terrible atentado en el que murieron casi 200 inocentes con un caso concreto de presunta corrupción urbanística. Copiar la estrategia del sector más duro del PP nacional, que ha justificado su derrota electoral en los atentados del 11-M, no parece una buena idea.

El PP de Balears y el Govern deberán asumir su responsabilidad política en el «caso Andratx». Fue un error aliarse con Eugenio Hidalgo e incorporarlo a sus filas, olvidando que había sido denunciado por asuntos urbaníticos. Y tampoco puede pasar desapercibido que un director general del propio Govern, el de Ordenació del Territori, fue detenido.

Esto, evidentemente, pesará en contra del PP, como la polémica adjudicación de las obras del hospital de Son Espases y su alineación en algunos asuntos con sectores de la derecha más radical, alejándose de posturas más centristas que son las que pueden darle la victoria electoral.

Esta posible victoria vendrá por el excelente balance que el Govern Matas puede presentar en muchos aspectos: la gestión de la enseñanza, la sanidad, el transporte público, el turismo, el medio ambiente... Y la política de carreteras y autovías, criticada por algunos sectores, pero muy aplaudida por una gran mayoría de ciudadanos. Todo ello entra dentro de lo que los electores pondrán en la balanza cuando haya que elegir el nuevo Parlament. Pero todavía faltan muchos meses y es prematuro vaticinar si el PP reeditará o no su mayoría absoluta. Sea lo que sea lo que decidan los electores, es absurdo referirse a una conspiración en la que estarían implicados jueces, fiscales, policías y el PSOE.

Hasta que llegue la cita electoral, el PP deberá recobrar la serenidad y olvidarse de victimismos, que pueden ser muy útiles para movilizar a su militancia, pero desaconsejables para captar el voto más moderado.

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