Ya son 85 los militares españoles fallecidos en Afganistán desde el despliegue de las tropas en este país asiático en enero de 2002, la mayoría de ellos víctimas del accidente aéreo del Yak-42 en mayo de 2003 y del helicóptero que se estrelló en las cercanías de Herat en agosto de 2005. No obstante, en los últimos cuatro años se ha venido produciendo un trágico goteo en el que, por desgracia, hay que incluir los dos soldados que fueron víctimas de un ataque talibán mientras patrullaban cerca de Shewan.
El ministro de Defensa, José Antonio Alonso, enviará 52 instructores más a la zona mientras en España crece la polémica sobre el papel que desempeña el Ejército en aquél país ya que para unos, el Gobierno, se trata de una misión «humanitaria» y «de paz» -siguiendo el mandato de las Naciones Unidas-, para otros, la oposición del Partido Popular, nuestras unidades se encuentran en una zona «de guerra declarada».
Lo cierto que es está llegando el momento de aclarar que lo mejor sería dejar claro ante la opinión pública qué hacen nuestras tropas no ya sólo en Afganistán, sino en otras zonas que se hallan en un estado bélico o prebélico, como en el caso del Líbano. Debe reconocerse que las misiones que lleva a cabo el Ejército allende nuestras fronteras conllevan riesgos y eso, naturalmente, lo tienen muy presente las Fuerzas Armadas. Pero es importante saber que las misiones se llevan a cabo en el marco de unos compromisos internacionales que, en colaboración con otros países de nuestro entorno, pretenden mejorar las condiciones de vida, políticas y sociales de los ciudadanos de esos lugares y, además, en el caso afgano, acabar con la amenaza de los terroristas, amparados, entrenados e incentivados por los talibanes.