Barack Obama ya tiene garantizada la nominación del Partido Demócrata como candidato a la presidencia de los Estados Unidos, una vez que ya ha obtenido el número de delegados necesarios y ha derrotado -aunque todavía no se ha producido un reconocimiento expreso por su parte- a Hillary Clinton.
La victoria de Obama no se ha consolidado hasta el tramo final de la campaña tras un comienzo en el que no faltaron los titubeos frente a la que se presentaba como favorita en la carrera a la Casa Blanca, Hillary Clinton. Sin embargo, la pugna entre los candidatos demócratas ha acabado dividiendo a su electorado, circunstancia de la que se beneficiaría John McCain, el candidato del Partido Republicano, que pretende heredar el mandato de George Bush.
Son pocos los planteamientos de los Estados Unidos que se conocen de las candidaturas de Obama y Clinton fuera de las fronteras del país, aunque la más significativa es su rechazo a la permanencia de las tropas estadounidenses en Irak; principal diferencia que los demócratas mantienen con el republicano MacCain.
En los próximos días, Clinton -favorita entre las mujeres y los hispanos- deberá decidir si se une a la candidatura de Obama, como aspirante a la vicepresidencia, o, por el contrario, abandona la lucha política y le deja en solitario ante el reto de ser el primer hombre negro en optar a la presidencia de los Estados Unidos. El comportamiento del electorado en los comicios de noviembre determinará en qué medida se han superado los prejuicios históricos en la primera potencia del mundo. De momento se ha culminado la primera fase, ahora a Barack Obama le queda por superar la prueba definitiva en la que, agrade o no, Occidente también tiene mucho en juego.