Conforme se conocen los detalles de los proyectos de ETA anulados por las últimas detenciones policiales se puede tomar conciencia de la frustración que impera en la banda. Desde el final del proceso de negociación con el Gobierno la soberbia actuación de las Fuerzas de Seguridad españolas y la colaboración francesa determinan que nos encontramos en otro momento histórico de la lucha contra el terrorismo. La derrota de ETA es una constante desde hace varios años que tomó carta de naturaleza en la histórica redada a la cúpula en Bidart. Desde entonces ETA es una organización infiltrada en sus comandos y en las cárceles. Se les sigue el trayecto desde su enrolamiento en la Kale Borroka hasta que se consagran en el terrorismo más cruel. El destino de todos sus miembros es la cárcel y se cumple con una cadencia rítmica cada vez más viva. Y cada vez disponen de menos tiempo en las filas del terrorismo antes de ir a parar a la cárcel. ¿Cuándo desistirán? Es una respuesta que no tiene un plazo fijo, pero no tardará demasiado si el Estado y la sociedad son constantes en sus métodos y postulados. También en el País Vasco se intuye el final de ciclo en el cansancio que proporciona un nacionalismo en el Gobierno que no se ha dado cuenta del declive del terrorismo como soporte de pretensiones que no se relacionan directamente con las amenazas pero que coexisten y se benefician de ellas. Probablemente uno del los errores más graves del PNV es aceptar el apoyo del entorno de ETA para materializar la presentación de sus proyectos políticos. Cada vez más vascos son conscientes de las enormes ventajas que tiene su sistema autonómico y no encuentran explicación a la tecnología del victimismo para propiciar la confrontación cuando el problema que les impide la prosperidad y la convivencia lo tienen en casa. Todavía el miedo no ha desaparecido de las calles de Euskadi. Los terroristas no se han dado cuenta de que la oportunidad perdida de negociar la paz les pone a los pies de los caballos de una sociedad harta de ellos que no les podrán las cosas fáciles el día que suene el último disparo. Sólo hay que esperar un poco más.
Carlos Carnicero