Rafa Nadal recibió ayer el premio Príncipe de Asturias del Deporte, una de las más altas distinciones españolas que gozan de un indudable prestigio internacional, como lo demuestran la lista de personalidades de todo el mundo y de distintas disciplinas que se han desplazado hasta Oviedo para recibir de manos de don Felipe de Borbón este galardón. Nadal y el artista Miquel Barceló han sido, hasta el momento, los dos únicos mallorquines que han recibido un premio Príncipe de Asturias.
En el caso de Nadal, el Príncipe de Asturias no se le ha concedido por toda una trayectoria deportiva que a sus veintidós años todavía tiene mucho recorrido por delante. Tampoco por una gira que tras vencer en Roland Garros y Wimbledon le ha aupado al número 1 del tenis mundial, superando al mítico Roger Federer, su eterno adversario. La medalla de oro olímpica en Pekín ha sido un detalle más a favor de la candidatura de Nadal, pero en ningún caso determinante; su juventud permite suponer que la proeza puede repetirse en Londres.
Resulta evidente que en Rafa Nadal se encarnan toda una serie de valores que merecen destacarse y más cuando es un indudable icono planetario para la juventud. El esfuerzo, el tesón y el sacrificio son la base del éxito, enorme, deportivo de este tenista mallorquín del que resulta impredecible adivinar hasta dónde alcanzará. Su grito ¡Vamos Rafa! es una prueba de su espíritu de superación. Nunca dejará de sorprender la humildad y respeto con que este deportista de Manacor encara sus compromisos en la cancha con independencia de la categoría del adversario, sabedor que el resultado final puede depender de la suerte pero que lo realmente importante es luchar hasta el final y es que Rafa Nadal sabe ganar y, quizá lo que todavía es más difícil e importante, también sabe perder.