Los presidentes de la Unión Europea y de Rusia, Nicolás Sarkozy y Dimitri Medvedev, respectivamente, han alcanzado un trascendental acuerdo por el que se iniciarán, en el transcurso del próximo año, las negociaciones encaminadas a evitar el despliegue de misiles en el Este europeo por parte de Estados Unidos y la réplica rusa en Kaliningrado. Éste es unos de los principales resultados de la cumbre celebrada en Niza en la que se sentaron las bases de un nuevo marco de seguridad para Europa.
En los últimos meses era evidente el incremento de la tensión militar entre Estados Unidos y Rusia, en especial desde el estallido del conflicto de Georgia -con la invasión de la región de Osetia-. Una escalada en la que ambas potencias presionaban a sus países aliados para jugar sus bazas, de este modo, a favor de una u otra, se han visto involucrados países como Venezuela, Polonia, Chequia y Lituania. Como telón de fondo siempre figuraban los intereses militares que comprometían la seguridad en Europa.
Sarkozy ha logrado arrancar a Medvedev un paréntesis en la escalada actual, un plazo en el que se quiere tratar de reconducir una situación en la que la Unión Europea se encuentra en una posición muy comprometida. No cabe duda que el relevo en la Casa Blanca, con la próxima entrada de Barack Obama, abre un nuevo escenario en el que es imprescindible que la UE haga valer su peso político como árbitro en su propio continente; paso previo e imprescindible para reconducir el papel de los Estados Unidos en el continente. El problema no está resuelto, pero sí es cierto que es posible crear un marco de relaciones en el que no quede en entredicho la paz y la seguridad en el Viejo Continente, un objetivo al que no se debe renunciar nunca.