Los informes dados a conocer en los últimos días han sacado a la luz aspectos descarnados sobre las consecuencias de la crisis económica en capas sociales que se encuentran en las antípodas, los más ricos y los más pobres. La recesión ha sacado de la lista de los más poderosos a un 20 por ciento de sus integrantes -con una fortuna de más de 700.000 euros-, dejándola en sólo 127.100 miembros frente a los 160.600 de hace dos años. España encabeza el ranking mundial de pérdida de 'ricos', circunstancia que, aunque anecdótica, revela la dureza con la que las dificultades están castigando a la economía de nuestro país.
En el otro extremo está el informe dado a conocer por Cáritas, que destaca el espectacular incremento de la demanda de ayuda por parte de las personas y familias más necesitadas en aspectos básicos como la alimentación y la vivienda. Balears, según los últimos datos facilitados por la misma organización, tampoco se escapa a esta coyuntura: el aumento de las peticiones durante el último año crecieron un 54,3 por ciento.
Esta crisis está segando las expectativas de todo el conjunto de la sociedad, desde los más poderosos hasta los más desfavorecidos, aunque, y esto no puede dejarse de tener presente, las armas con las que pueden defenderse unos y otros son muy diferentes. Es, por tanto, en estas circunstancias cuando se hace imprescindible dar respuesta a estas nuevas situaciones en las que se ven inmersos miles de ciudadanos que acuden a los servicios sociales como último recurso, una respuesta que no sólo tienen que dar las instituciones públicas sino que también debe contarse con la solidaridad de quienes todavía tienen algo que compartir.