En las últimas semanas se ha hecho más palpable la soledad en la que está gobernando Zapatero a la hora de aplicar las medidas económicas con las que La Moncloa intenta sacar al país de la profunda crisis en la que permanece sumergido. Jordi Sevilla y Solbes, pilares de su equipo económico hasta hace poco, han abandonado el barco, lo que evidencia que en el seno del PSOE hay ciertas divergencias a la hora de respaldar la estrategia que marca el presidente del Gobierno en la hoja de ruta para remontar la economía. Aunque en público ningún ministro haya cuestionado los planes de Zapatero y el comité federal del partido haya cerrado filas entorno a su líder, se da por supuesto que quien marca las pautas es el presidente y su equipo ejecuta sin dejar lugar para las discrepancias, aunque las haya. Pero, como cualquier otro jefe de gobierno, el líder socialista debería contar con la opinión de los expertos, que son quienes realmente conocen los entresijos de la economía y quienes pueden trabajar con una mejor perspectiva y evitar así que, de un año para otro, o incluso de un mes para el siguiente, se adopten medidas que son contradictorias. Ha sucedido con los impuestos, una cuestión muy sensible para los ciudadanos, que han pasado de beneficiarse de 400 euros en la última campaña de la declaración de la Renta a tener, probablemente, que pagar más cuando llegue el momento de rendir las cuentas de 2009. Mantener las políticas sociales, más necesarias en tiempos de crisis, requiere más dinero, y recurrir a la deuda pública tiene un límite. Subir los impuestos parece una salida forzada. Con Rodríguez Zapatero está pasando ahora un poco lo que pasó en su momento con Felipe González. El tiempo que pasa al frente del Gobierno juega en su contra en ese afán por gobernar en solitario.
La relativa soledad de Zapatero