Las previsiones más pesimistas sobre la situación económica de Balears durante los próximos meses se confirman. Los avances sobre el comportamiento de la demanda turística durante la temporada baja se traducirá en una bajada en el número de establecimientos hoteleros que queden abiertos, un indicador que de un modo inevitable repercutirá en la oferta complementaria. El panorama es preocupante. De manera inexorable se están cumpliendo los análisis más negativos realizados por las organizaciones empresariales, los expertos y los sindicatos, todo un cúmulo de coincidencias que la realidad reitera: incremento espectacular de las cifras de desempleo. En estos momentos ya se habla con total naturalidad de una tasa de paro del 20 por ciento o superior, un índice impensable hace apenas tres años.
Ante el enorme empuje de la crisis y sus dramáticas consecuencias cabe exigir la adopción de medidas que permitan garantizar una recuperación a medio plazo, aunque ello signifique la adopción de decisiones dolorosas desde la perspectiva económica y social. La cuestión no es ya resolver la crisis en la que estamos inmersos, el objetivo debe ser cómo salir de ella y evitar caer en los mismos errores. Desde el punto de vista técnico el diagnóstico del problema ya se conoce, el problema es afrontar las soluciones que es preciso aplicar para recuperar la competitividad de Balears como destino turístico, incluso en la temporada baja. Después de una década de bonanza el posicionamiento de las Islas en el mercado internacional ha empeorado y se cotizan a la baja, una tendencia que obliga a plantear, de nuevo, el ya eterno debate sobre nuestro modelo turístico. Todavía, entre todos, se está a tiempo de rectificar el rumbo.