Esbozos del ayer. Recuerdos del pasado. De cuando los televisores con marco de madera proyectaban imágenes grises, oscuras, tristes y anodinas sobre noticias de un pretérito que aún hoy perviven en el presente.
Y nosotros allí. De pié. En Vara de Rey. Con las banderas en la mano saludando el paso del cortejo.
- Mirad! Son los Príncipes. Se oyó decir a una señora cuyo semblante era el de recién salido de la peluquería.
Y la multitud aplaudía emocionada a su paso mientras las banderitas ondeaban al viento agitado de nuestras jóvenes manos.
Cando de repente se hizo la luz! Y llegó la primavera. Y con ella los días se hicieron más largos. Más bellos e intensos que antes. Eran los años de la bonanza en nuestras islas. De aquellas vidasses que se llevaban a cabo en las casas todos los fines de semana con la familia. Y luego las siestas a la sombra del garrover. Después de tantos años de oscuridad. De tanta hambre y de tanta austeridad resultó que la vida era a todo color.
Y fue por entonces en el 75 que el joven Príncipe fue coronado Rey de España. De la todavía España única e indivisa en donde el monocultivo cultural e ideológico había sido hasta ese momento la única verdad inmutable. Pero todo eso cambió. Llego la Democracia y con ella de su mano la libertad, la igualdad y los derechos civiles. Ah! Y llegó el color a nuestros televisores.
Pero ahí empezaron los problemas...
Como había más luz la gente veía mejor. Observaba mas detenidamente y se fijaba mas en todo. Y el conjunto de todas esas cosas creaba aquello que resulta tan peligroso para algunos que ven en el inmovilismo la mejor de las soluciones para satisfacer sus propios intereses. Me estoy refiriendo a la opinión.
La opinión es el arma de mayor alcance que pueda existir. Es la que genera ideas, la que crea corrientes; la que favorece el bienestar o el malestar dependiendo del individuo y de su propio interés y hacia adonde apunte con ella.
Y ya que estamos hablando de intereses y de opiniones. Y puestos a generar debates.
- ¿Acaso no ha sido y sigue siendo la monarquía un elemento de equilibrio en este intrincado proceso social y económico en el que se desenvuelve este país?
La abdicación de un rey no debe ser un obstáculo para que el siguiente siga haciendo su trabajo con mayor preparación aún si cabe. A fin de cuentas un monarca emergido de un Estado de Derecho debe servir a su pueblo diligentemente pues es este el mayor garante de su continuidad.
Es por ello que al nuevo Rey se le encomienda la tarea que emprendió su padre y que consiste en la defensa y mantenimiento de los derechos y libertades fundamentales de todos los ciudadanos por igual. Tarea ardua y no exenta de riesgos en un país fracturado política social y económicamente en estos tiempos que vivimos, y en donde este habrá de demostrar que tantos años de preparación han dado sus frutos. Porque aquí. Precisamente aquí un Príncipe - Ahora ya Rey- no puede hacer como en la novela de Dickens «Príncipe y mendigo» buscar quien le suplante en los momentos adversos. El nuevo Rey habrá de caminar solo. Un camino esperemos largo y fructífero en donde las banderitas sigan agitándose a su paso al viento de nuevas y jóvenes manos venideras.