En los años 90 dio vida a una de las mejores películas que he visto en mi vida: “El Rey Pescador”. Un drama en el que aprendí la importancia de ser una buena periodista y a tener respeto a lo que diría por la radio durante más de una década.
Más tarde llevó al cine la mejor adaptación de una novela que se ha hecho nunca en la historia: “El Club de los Poetas Muertos”. Un papel, el de maestro, que repetiría con Óscar incluido en “El indomable Will Hunting”. Mi profesor de Derecho Deontológico, Enrique Riera, daba clase como él en ambos largometrajes: con pasión, amor y conocimientos, llevándonos hasta la locura y enseñándonos tanto de nuestra profesión, de leyes y de la vida, que sigue vivo allá donde siga despertando almas.
Estimado Robin Williams, a mi no me importa cómo ha sido tu despedida, no quiero entrar a hurgar en tus intimidades, adicciones o depresiones, solo quiero darte las gracias por tu arte, por cada sonrisa y por cada lágrima que me has robado, y también por haber hecho de la palabra ACTOR algo tan grande.
Esta carta viajará “Más Allá de los Sueños” para recordar tu capacidad como comunicador en “Buenos Días Vietnam”. Me quedo con todo lo que lograste despertar en millones de personas aunque en ti yaciese un vacío imposible de llenar.
Estimado Robin, gracias por recordarnos al niño que todos llevamos dentro con tu fabulosa interpretación en “Jack”. Un adulto que es capaz de mirar con esos ojos debe conservar aun esa inocencia que se nos va despegando con los años hasta volvernos maniáticos, oscuros e incapaces de ver con sorpresa las pequeñas maravillas del día a día. ¡Quién fuese capaz de entonar las pupilas con idéntico candor! Seguramente, si lo hiciésemos, sonreiríamos al recordarte en vez de rebuscar en el sucio morbo de tu partida.
La profesión de cómico es una de las más respetables del mundo, puesto que hacer reír a quienes cada día fruncimos el ceño es todo un arte. Hoy la noticia no debería ser cómo se te ha escurrido la vida, en qué contexto, qué dice tu autopsia o el dolor de la mujer y de los hijos que te lloran, sino la herencia que nos dejas.
Si nos ceñimos a valorar a las personas por sus despedidas, nos perderemos sus entradas, saludos, mensajes y legado. Una gran amiga, de esas que emocionan cuando actúan, que brillan cuando abrazan y que enseñan cuando hablan, sigue cuidando su verde jardín al que seguiremos llamando en tu honor “Jumanji”. Aquel noble profesor que me ilustraba solo con la mirada será siempre, para mi, tu humano “John Keating”, el que me regaló una lista de libros que debo leer para ser mejor persona, una tarea en la que sigo inmersa.
En esta carta te hago una promesa: cuando evoque cada una de tus películas seguiré enarbolando aquel “Oh capitán, mi capitán”, y estoy segura de que tú dirás lo de siempre “gracias chicos, gracias”.
DEP increíble Robin Williams.
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