El domingo pasado, acercándose la Navidad, os escribía, queridos hermanos y amigos de Ibiza y Formentera, felicitándoos con ocasión de esa fiesta. Ahora, cuando estamos a las puertas de un año nuevo, el año 2015, deseo renovaros a todos mi deseo de felicidad y alegría en ese año –que es lo mismo que nos desea a cada uno Dios– y al transmitiros ese deseo, quisiera invitaros a que pongáis cada uno su aportación y su colaboración para que sea así para todos en nuestras Islas y, en cuanto posible, que desde aquí lo extendamos al resto de la humanidad. A cada uno de los que leéis este artículo, a vuestras familias, a vuestros amigos, a la gente que os rodea en vuestros pueblos, a todos los de Ibiza y Formentera, mis deseos de un Año nuevo lleno de bendiciones de Dios y de paz.
La felicidad y la alegría empiezan por el primer ambiente en que uno se encuentra, es decir, el de la familia. A lo largo de este año 2014 he escrito varios artículos para ayudar a las familias a ser eso, familias según el proyecto de Dios. El Papa Francisco nos enseña que la primera escuela de la fraternidad es la familia y que es vocación de la familia contribuir a que reine ese espíritu que es el que produce la paz, la felicidad, la alegría. ¡Familias de Ibiza y Formentera! ¡Sed escuelas de paz, felicidad y alegría! Que la política sea adecuada para sostener, favorecer y consolidar la familia.
Deseo toda clase de felicidad a los ancianos y a los jóvenes: son la esperanza de la humanidad. Unos aportan la sabiduría de la experiencia, otros son el futuro. No hay que ignorar ni apartar a los ancianos y hay que saber invertir en los jóvenes, con iniciativas adecuadas que les ayuden a tener un trabajo y a fundar un día un hogar.
Felicidad a los niños y adolescentes: para ello hemos de facilitarles buenas enseñanzas, hábitos y valores, transmitidos con amor y competencia.
Felicidad a todos, respetando la dignidad humana y los derechos legítimos de cada uno. Respetando la vida desde la concepción hasta el fin natural: no da felicidad y trae mucha tristeza pensar en los niños que no verán nunca la luz porque son víctimas de aborto. Felicidad para todos facilitando las condiciones para que la vida sea siempre motivo de satisfacción y alegría y nunca se vea uno coartado en sus derechos y necesidades. Especialmente que haya felicidad porque no haya hambre: no nos pueden dejar indiferentes los rostros de quienes entre nosotros sufren el hambre, sobre todo los niños. A este respecto quiero destacar como contribuyen a que haya felicidad Cáritas y otras instituciones que hay en nuestras Islas promoviendo la alimentación y otras necesidades elementales de los más necesitados.
Felicidad a todos no viéndose nunca privados de sus derechos por parte de quienes tienen autoridad, una autoridad nacida de la legislación y del apoyo popular. Una autoridad que es servir y no ser servidos, ayudar a los demás y nunca perjudicarlos, favorecer y nunca injustamente fastidiar. Para que haya felicidad en nuestras Islas las autoridades democráticas han de tener esto claro y cumplirlo y si no es así, no merecen el voto de los ciudadanos.
En ese deseo y camino hacia la felicidad deseo renovar la disponibilidad y la entrega de la Iglesia diocesana, de cada una de las parroquias con sus sacerdotes, de las comunidades de vida consagrada, de los movimientos y asociaciones apostólicas para favorecer esos caminos, creando vínculos de fraternidad, que son expresión del gran amor que nos tiene Dios y son fundamento de la concordia, la paz, la felicidad y la alegría. Éste es el espíritu que anima la actividad de la Iglesia aquí, en Ibiza y Formentera, y en cualquier parte del mundo, mediante los sacerdotes, los religiosos y religiosas, los fieles laicos, que con gran espíritu de dedicación se prodigan entre otras cosas en las obras de carácter educativo, sanitario y asistencial, al servicio todos, sin excluir a los pobres, a los enfermos, los abandonados y a quienquiera que esté necesitado de ayuda y consuelo.