En el pasado brindis navideño del Consell d'Eivissa mantuve una interesante conversación con uno de los consellers. Al saludarle le comenté que la siguiente ‘Copa de Nadal' quizá no la viviría desde el poder. A mi impertinente observación me replicó algo así como «desde luego si es por lo que tú nos ayudas, no». Mi contrarréplica fue la única posible: «efectivamente, no voy a ayudarte ni a ‘desayudarte', con informar tengo bastante». Todo el diálogo transcurrió en un tono amable, deportivo, y tras las collejas seguimos charlando, como si nada. Instantes más tarde un miembro de la oposición se dirigió a mí blandiendo el dedo índice: «siempre me estáis pegando». Ante esa invectiva reconozco que, en un principio, no supe qué decir. En primer lugar, porque no recordaba haber publicado nada en contra de mi interlocutor y en segundo término porque no recordaba que este periódico hubiese pasado de ponerle algún inocente negativo en esta misma página, y de ahí a pegarle siempre, hay un abismo. Mi reacción, tras escucharle y hacer memoria de los supuestos palos que le habíamos dado, fue girarme hacia el conseller antes citado y advertir que si ni uno ni otro estaba contento con nosotros es que quizá estábamos haciendo nuestro trabajo.
Estos días, una información nuestra ha provocado la dimisión de un dirigente de Podemos. Me preparo para todo tipo de comentarios; de hecho, algunos ya han aparecido, disimulados, en las redes sociales. Es igual, vamos a seguir publicando las informaciones que consideremos que son noticia. Con rigor, pero sin ningún tipo de complejo; como hicimos con los whasapps, por cierto, que provocaron la dimisión de una alcaldesa y tres de sus concejales. Tan sólo les pido a los políticos la capacidad de encaje que se le presupone a las personas inteligentes. No sé si es mucho pedir.