El domingo pasado el Evangelio presentaba la figura del pastor; hoy nos presenta la imagen de la vid y los sarmientos. Una condición necesaria para que el sarmiento de fruto es que permanezca unido a la cepa.
Esta imagen de la vid ayuda a comprender la unidad de la Iglesia en la que todos los miembros están unidos, y en ella, unidos también los unos a los otros. "Como el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo sino permanece en la vid, así tampoco nosotros si no permanecéis en mi". No es suficiente permanecer unidos a Cristo por la fe. Si bien es verdad que la fe es el comienzo de la salvación y sin la fe no podemos agradar al Señor, también es vedad que la fe viva ha de dar el fruto de las obras ( St.2,17). Sin mí no podéis hacer nada, dice Jesús. El Concilio Vaticano II, citando este pasaje de San Juan, enseña cómo debe ser el apostolado de los cristianos: «Puesto que Cristo, enviado por el Padre, es el origen de todo apostolado de la Iglesia, es evidente que la fecundidad del apostolado de los laicos depende de la unión vital que tengan con Cristo». El que permanece unido a Cristo, la Vid, dará fruto. San Juan, en su 1ª carta ( 3, 18-24), nos dice: «Quien observa los mandamientos con fe y amor está unido a Cristo. Hijos míos, no amemos de palabra y de boca sino con verdad y con obras. En esto conoceremos que somos de la verdad y tranquilizaremos nuestro corazón ante él. Cuanto pidamos lo recibimos de él, porque guardamos sus mandamientos y hacemos lo que le agrada. Y este es su mandamiento: que creamos en el nombre de su Hijo, Jesucristo y que nos amemos unos a otro, tal como nos mandó»
Que con la ayuda de la gracia esto sea una realidad hermosa en nuestra vida.