Descubriendo Eivissa día a día y a un ritmo frenético. Y cuando hablo de ritmo no me refiero al último éxito que suena en los templos de la música que atraen a miles de personas a la isla. Ya me gustaría, pero, de momento, no he tenido tiempo material. Es verdad que el primer descubrimiento lo hice antes de emigrar desde Valencia. Encontrar un alojamiento fijo a un precio razonable es tarea prácticamente imposible cuando el verano ya está encima. Y digo prácticamente imposible porque siempre queda un mínimo porcentaje para la fortuna y ésta surgió a través de una amiga enfrascada en una aventura laboral similar.
El segundo descubrimiento fue Portinatx. De noche me pareció un lugar muy bello, pero lo mejor estaba por llegar. Con las primeras luces del sábado descubrí un paisaje fantástico coronado por el faro de Punta des Moscarter. Me calcé las zapatillas de correr y allá que me fui. Y de allí a Cala Xarraca. También he tenido tiempo para saborear los encantos de Santa Gertrudis.
En el trabajo, más que descubrir, me peleo con el sistema operativo pero todo llegará, compañeros. El día a día me ha llevado a sitios como es Viver. Así, gracias a un cachorro de pastor belga descubrí el lado oscuro de la Luna. Otro día, gracias a la impericia del patrón de una motora descubrí ese rincón llamado Cala Llonga. Y es que cubriendo sucesos y desgracias también puedes descubrir otros paraísos. Eso sí, a ritmo frenético. Un ritmo frenético que me deja menos tiempo para pensar en qué hará mi cachorro Samuel. Tiempo al tiempo, todo llegará. El horizonte está para descubrirlo. Sí amiga, todo llegará, incluso el día en que Lio deje de ser un «pecho frío».