Una columna que se pierde en el plano avanza poco a poco por una estrecha carretera en un campo abierto de Eslovenia. La marcha ocupa todo el ancho del asfalto, un gris que es imposible de ver cuando avanza la columna en formación como una piña. Niños, jóvenes y mayores. Todos juntos, hacinados, custodiados en todo momento por un dispositivo policial. Si le quitamos el color a la televisión, podrían pasar por imágenes de la primera mitad del siglo XX. Un secuencia propia de documentales o películas sobre la Primera o la Segunda Guerra Mundial, pero no. Son imágenes que estamos viendo estos días en los informativos o en la prensa escrita. En una semana marcada hasta el hartazgo por El regreso al futuro de Marty McFly, Europa vive el regreso al futuro más esperpéntico que uno podría imaginar.
Hace un mes y medio, las imágenes del cuerpecito de Aylan Kurdi en la costa de Bodrum estremeció a todo el mundo. Aquella imagen de un niño de 3 años yaciendo inerte sobre la arena abrió los ojos a mucha gente sobre la sangría que sufre Siria. Los máximos mandatarios de Europa se reunieron de urgencia para tomar cartas en el asunto. Parecía que esta vez iban en serio. Pero no. En 40 días hemos vuelto a ver más cadáveres de niños en el mar, una reportera pateando a los refugiados cuando entraban en Hungría y ahora una imagen propia de una película bélica en blanco y negro pero no, era en color y en 2015. La marcha de la vergüenza lleva a más de 20.000 refugiados sirios dando tumbos por Europa. La República Checa ha establecido una ley que somete a los inmigrantes a una detención de entre 40 y 90 días. Regreso al pasado en la semana de Regreso al futuro. Definitivamente, no hemos avanzado tanto.