El órdago secesionista de los independentistas catalanes ha entrado como elefante en cacharrería. Lo ha hecho justo cuando se inicia la campaña electoral y lo hace con aparente determinación. Han decidido ponerse el mundo por montera.
No habrá ley ni norma que les pare. Lo afirman una y otra vez y lo hacen en un tono suave, manteniendo las formas, sin dar una voz más alta que otra. Como si no ocurriera nada, pero lo cierto es que ocurre y esta embestida es seria y grave.
Afortunadamente, aunque mejor hubiera sido hacerlo antes, los dos grandes partidos o al menos las dos personas que tienen posibilidades objetivas de presidir el futuro Gobierno, han decidido navegar juntos. El camino que espera por delante no es ni fácil ni, mucho menos, cómodo. Y hacen bien en acompañarse. Por ellos y por todos los españoles que contemplan el panorama entre el pasmo y el enfado. Ni Rajoy ni Sánchez se pueden equivocar y si a este tandem se suman más fuerzas, mejor.
Dada la contundencia con la que los secesionistas no ocultan su determinación de saltarse, no queda margen, al menos al Presidente del Gobierno, para hacer algo distinto que la defensa a ultranza del marco constitucional. Hay que hacerlo con serenidad, sin aspavientos, con la misma tranquilidad con la que los «rompedores» insisten en romper.
La papeleta no es fácil ni para el Gobierno ni para las fuerzas políticas que defienden la Constitución y, por tanto, la unidad de España pero ante un panorama del calibre que hay por delante lo único que no está permitido, el mayor error que se podría cometer, es dejar de actuar por miedo. Es muy recurrente el argumento de que si se actúa se alimenta el secesionismo, se fabrican héroes, etc, de manera que, si se es consecuente con esta premisa, habría que dejar que todos aquellos que desafían la ley campen por sus respetos. Si el miedo se llegara a imponer -cosa que no va a ocurrir- la democracia estalla por los aires, pero no hay que engañarse, hará falta temple y Rajoy si de algo está sobrado es de temple y no creo que Sánchez sea de los que se pone nervioso fácilmente.
Los independentistas se han pasado de frenada. Han cometido un error que les va a llevar al fracaso absoluto y es que no han calibrado bien la fortaleza no ya de un Gobierno, en este caso el de Mariano Rajoy, sino de un Estado. Porque de eso se trata, de una afrenta al Estado que en el caso de España es mucho Estado.