Según la fuente de información nada fiable que es la Wikipedia, el Grinch «es un personaje del Dr. Seuss que surgió en 1957 en el libro infantil ¡Cómo El Grinch robó la Navidad!». En el cine llevó el rostro maquillado y feo de Jim Carrey y en Estados Unidos es un símbolo negativo de la Navidad, del consumismo que rodean, en ocasiones, estas fiestas.
El caso es que si han llegado hasta aquí sin aburrirse seguro que se preguntarán por qué este rollo. A riesgo de hacer spoiler (término anglosajón pijo empleado para lo que toda la vida ha sido reventar un argumento), les digo que tiene que ver con lo que mi compañera Amàlia Sebastián escribe hoy en la página 5 sobre lo ocurrido ayer en el pleno de Vila en torno al Belén de Sant Elm. Y es que la decisión de Rafa Ruiz de no montarlo este año, exclusiva de este periódico hace unos días, es ya el gran asunto de conversación a pie de calle llegando incluso a la política municipal.
Seguro que el Ayuntamiento tendrá sus razones para suspenderlo y seguro que están convencidos de que hacen lo mejor para los ciudadanos. Seguro que fue con la mejor intención pero creo que han metido la pata. Casi siempre fui «acreyente», como diría una famosa de la farándula, pero creo que no han acertado. Más allá de que un Belén se relacione con la Iglesia católica el de Sant Elm es un símbolo de la ciudad en Navidad. Es una visita obligada por miles de niños, padres, abuelos y curiosos y además, sin entrar en distinciones religiosas, pues oiga, era muy bonito y daba gusto verlo. Así que creo que la medida ha sido un grave error que pone en bandeja que mucha gente se pregunte ahora por la conveniencia de que Rafa Ruiz, alcalde de Vila, reciba a los Reyes Magos a su llegada a la ciudad o encienda el árbol de la Navidad.
Señores, aún están a tiempo, den marcha atrás, monténlo y que la gente lo disfrute. Y si a ustedes no les gusta, no pasa nada, no vayan. Se lo digo sin acritud. No creo que sean ustedes los nuevos grinch de la Navidad de Eivissa.