Pim, pam, pum. Tras el 20-D, vendrá el 26-J y uno ya barrunta que la cita de junio desembocará en otra precampaña. La última sesión vivida en el Congreso de los Diputados no invita al optimismo. Reproches y fuego cruzado entre las distintas bancadas que hacen presagiar que los bloques se mantendrán en sus trece y los acuerdos parecen una misión imposible.
La oferta in extremis lanzada por Compromís para formar un gobierno a la valenciana fue el último fuego de artificio. La realidad es que existen diferencias insalvables entre el PSOE y Podemos, aunque Pedro Sánchez intente estrecharlas. La figura del candidato socialista ha crecido en los últimos meses pero, de la noche al día, dos piezas de su ajedrez se han bajado de un caballo que no parece ganador. Lo de Carme Chacón no extraña, pero lo de Irene Lozano es un impacto en la línea de flotación. La entrada de la ex de UPyD y la exclusión de Eduardo Madina abrió un frente entre el líder y el aparato del partido que, tarde o temprano, tendrá efectos negativos para Sánchez.
Mientras tanto, en Podemos las diferencias entre Pablo Iglesias e Iñigo Errejón son cada vez más evidentes. El líder Iglesias va de charco en charco. Los medios de comunicación que lo alzaron son ahora su enemigo, aunque suele arremeter contra los peones. Las posibilidades de sorpaso parece que se alejan.
Ciudadanos se mueve en la indefinición premiada por las encuestas de un País que luego no le acompaña en las urnas. A ello se suman los primeros escándalos de financiación que le empiezan a aflorar sin apenas haber tocado poder.
El círculo lo cierra un PP que volverá a presentar como ticket electoral a Mariano Rajoy. Huelgan comentarios. Los 2 ó 3 datos económicos positivos estarán salpimentados con los nuevos o viejos casos de corrupción. Eso sí, en agosto todas sus señorías de vacaciones.