Jesús nos ha dicho: «Si alguno me ama guardará mi palabra, y mi Padre le amará y vendremos a él y haremos morada en él. Jesús se refiere a la inhabitación de la Santísima Trinidad en el alma renovada por la gracia. Vivir en gracia de Dios es vivir en el amor de Dios. Somos templos de Dios. ¿No sabéis que vuestros cuerpos son templos de Dios, y qué el Espírito Santo habita en nosotros?» (I Cor. 6, 19-20).
San Agustín decía a Dios: ¡Tarde te amé, hermosura tan antigua y tan nueva, tarde te amé! Tú estabas dentro de mí y yo fuera, y por fuera te buscaba. Vuestro corazón necesita distinguir y adorar a cada una de las tres Personas divinas. Al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Jesús, el Hijo de Dios, no nos ha dejado solos en la tarea de comprender y vivir el Evangelio. Antes de volver a su Padre, promete enviar su Espíritu Santo a la Iglesia. El Paráclito, el Espíritu Santo que el Padre os enviará en mi nombre. El os enseñará todo y os sugerirá todas las cosas que os he dicho. El Espíritu santo guía a los sucesores de los Apóstoles, los Obispos unidos al Obispo de Roma. A ellos se les encargó mantener la fé y predicar el Evangelio a toda criatura (Mc. 16,15) La Iglesia recomienda insistentemente la lectura de la Sagrada Escritura y especialmente de los Evangelios. El Espíritu de Cristo sigue enseñándonos y recordándonos lo que Jesús dijo e hizo.
El Señor Jesús continúa dando a conocer el amor del Padre por medio de la Iglesia en la que El está siempre presente por su Espíritu. «Sabed que yo estos con vosotros todos los días hasta el fin del mundo» (Mt, 28,20).