Somos una gran mayoría los que pensamos que para redistribuir la riqueza hay que crearla y sabemos hacer las políticas que permiten crecer. Defendemos la economía liberal que no consiste sólo en dejar las reglas al mercado sino también en trascenderlas para que el bienestar alcance a todos.
Somos una gran mayoría los que creemos que las soluciones no son simples, son complejas, pero llegan. Somos muchos los que compartimos que es posible compatibilizar nuestro progreso y la necesaria preservación de nuestros recursos, sin utopías.
Deseamos una política fiscal suficiente y progresiva para completar políticas públicas, pero nos oponemos a ser la comunidad autónoma con mayor presión fiscal por el solo hecho de que no se sepa redimensionar nuestro agigantado sector público o que siempre se pidan mayores impuestos para cualquier mantenimiento de sistemas clientelares o de estructuras partidarias con cargo al esfuerzo de todos.
La mayoría queremos seguir defendiendo nuestra identidad propia y compartida, en el ámbito insular y nacional, pero sabemos que no es necesario sembrarlo todo de referéndums territoriales. Creemos que el crecimiento y el trabajo generan igualdad, que la educación y el conocimiento hacen hombres libres, que una sociedad -para serlo- debe ser cada vez más inclusiva.
Queremos un espacio amplio para la sociedad civil, para su iniciativa y la concertación social entre los diferentes agentes.
No nos convence la vieja retórica marxista aunque se disfrace de nueva y nos preocupa el papel cada vez más desdibujado de la socialdemocracia. Compartimos todo eso y sin embargo, a veces nos dividimos en tantas cabezas como egos, nos distraemos en lo accesorio, levantamos muros, dibujamos líneas rojas y remarcamos las diferencias aunque éstas sean de matiz.
No obstante ahora, respetando todas las diversidades, en la perspectiva del 26 de junio es necesario convertir esa gran mayoría social que comparte los valores de las reformas, la concordia, la moderación y el centro en una gran mayoría política.
Hay razones para confiar y hacerlo en el equipo de hombres y mujeres que representamos las políticas que han devuelto a nuestras islas al crecimiento económico y al empleo reduciendo la desigualdad. Queda mucho por hacer, aún no es suficiente, pero hay razones para confiar y hacerlo en las políticas que tienen la capacidad de dibujar un mejor futuro para Ibiza, Baleares y España al tiempo que impiden que volvamos al pasado.
Hay razones para confiar en aquellas políticas que son eficaces en la resolución de los problemas de nuestras islas y que atienden todas nuestras realidades frente a aquellos que desconocen o no atienden los diversos problemas de nuestra sociedad porque o están enzarzados en polémicas estériles o porque piensan sólo en el absoluto de gobernar por gobernar.
El resultado de estos diez meses de gobierno de izquierdas demuestra la incapacidad de ponerse de acuerdo en algo más que simplemente descartar las políticas de reformas, moderación y gestión eficaz de los asuntos públicos. Los que manipulan la indignación, aún ineficaces al gestionarla, demuestran el acuerdo en desarrollar en los próximos años en nuestro país políticas de extrema izquierda –muy viejas aunque parezcan nuevas- lo cual debería ser un motivo más para no dividirnos los que propugnamos un modelo de convivencia y progreso social alejado de fanatismos o frentismos y homologable en la sociedad occidental de la que formamos parte.
No defendemos el statu quo sino su transformación desde la concordia. La equidistancia no es una opción, la división tampoco y disfrazarse de centro para pactar con la izquierda aún lo es menos. Hay razones para confiar. En la encrucijada de las nuevas elecciones generales, ahora más que nunca, necesitamos convertir esa gran mayoría social de nuestras islas en la gran mayoría política que es posible.