Hace ahora un año el mundo se conmovía por la imagen captada por el fotógrafo Nilufer Demir en la playa de Bodrum. Esa escena de un niño muerto en la orilla era la expresión del fracaso de nuestra sociedad. La instantánea de Aylan Kurdi yacido boca abajo, con su pantalones cortos color azul y su camiseta roja, dio la vuelta al mundo en cuestión de minutos. La fotografía del pequeño de 3 años abrió los informativos de todo el mundo y acaparó las portadas de los periódicos. Todos conocían la sangría que viene sufriendo desde hace años Siria pero esa imagen fue la que golpeó a las conciencias.
Mandatarios como Merkel, Hollande o Cameron se comprometieron a tomar medidas urgentes pero con el paso del tiempo, un año exactamente, la realidad y los números demuestran que tras el tsunami de indignación, la situación es la misma o peor.
365 días después sabemos que tras la muerte del pequeño Aylan, otros 423 niños han fallecido ahogados haciendo la travesía del mar Egeo.
Al final, uno advierte de que, en la mayoría de los casos, el masivo Welcome refugees no es más que un brindis al sol, un eslogan para alivio de conciencias. De hecho, las decisiones adoptadas han ido en la dirección contraria. Así , el cierre paulatino de la ruta de los Balcanes ha sido una solución criticada desde asociaciones que trabajan sobre el terreno como Médicos sin Fronteras.
365 días después el conflicto en Siria sigue más enquistado que nunca y decenas de miles de personas siguen buscando una huida del conflicto que causa estas otras muertes. El Welcome refugees debe ser algo más que una pancarta.